¿Y si Taiwán fuese un olor?

¿Y si Taiwán fuese un olor?

Como aún no sabría qué responder a la pregunta de ¿a qué huelen las nubes?, hoy me quedo con una mejor: ¿a qué huelen las calles de Taiwán?

Esta pregunta tenía que llegar, este día tenía que llegar. Bienvenidos al domingo más cuestionable y más maloliente, el domingo dedicado al famosísimo tofu apestoso al que millones de taiwaneses tienen acostumbrado el olfato.

Su Majestad 臭豆腐 chòu dòufu, tome asiento, que voy a defenderle un poco.

Me encanta hablar de él por lo controvertido que es. No discuto su olor, ya sé que este pobre no huele nada bien, pero siendo sinceros no cabría esperar nada mucho mejor de un tofu fermentado.

El tofu ha estado presente en mi vida desde hace muchos años y tengo que decir que este bloque blancucho e insulso para muchos a mí me encanta y no puedo dejar de defender su versión menos duchada de la historia.

Antes de conocerle a él, yo le había concedido la medalla de oro al comestible más apestoso al durian, aunque si echara un pulso con este tofu fermentado aún no tengo muy claro qué puño tocaría antes la mesa…

Si el 臭豆腐 chòu dòufu supiera igual de mal que huele, tristemente tendría que restarle algunos puntos pero a mí me parece que el olor es sólo parte de su fachada. Igual que no es justo descartar a un pobre tomate al que creen feo por no ser todo lo redondo y brillante que espera la balda del supermercado de él, sería injusto no darle una oportunidad al tofu más característico y apestoso de todo Taiwán. Para ser perfecto, bonito y llamativo ya tenemos a los preciosos fractales del romanescu.

Aunque tiene varias variantes, el frito es el más accesible en los night markets y en las calles donde de pronto empiezas a dejar de tener tanto apetito.

Bañado en salsa picante y acompañado de repollo es una buena combinación para pegarle una buena patada al prejuicio con el que se le juzga tan fácil e injustamente.

Crujiente por fuera, esponjoso por dentro. Apestoso de aquí a una legua pero sabroso si le vetas la opinión a tu nariz que está deseando irse a probar cualquier otra cosa que huela mejor.

Si hubiera podido sentarme en una silla delante de los puestos de stinky tofu y grabar todas las reacciones de la gente que se decidía a probarlo ya tendría una colección de caras que pasan de la incertidumbre a la sorpresa en un segundo.

Quizás no sea un plato para todo el mundo pero se merece una oportunidad. Sin juicios, sin preguntar al olfato y sacando al paladar de su zona de confort, yo seguiría apostando por él sin duda.

*A mi también me encantan las fotos de hoy, pero estas no son mías.

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