Varios metros bajo tierra…

Varios metros bajo tierra…

Muchos de los metros de Asia tienen buena fama en el mundo entero y como el de Taipei es uno de ellos, yo quería saber de dónde venía tan buena reputación. Quería probarlo, quería usarlo y valorarlo sin que nadie me lo contara, sin leerlo en ningún sitio y tener que creérmelo, quería saber por qué se hablaba tan bien de él.

Así que allá que fui, viajando bajo los asfaltos de Taipei muy pronto descubrí que me gustaban muchos de los detalles del metro de la capital que hacían de él un transporte imprescindible para moverse por la ciudad.

Me acuerdo que lo primero que me impresionó cuando bajé las escaleras mecánicas es lo limpio y cuidado que estaba. Estaba limpio a otro nivel, al nivel de tener que mirar bien dos veces. Quizás los carteles omnipresentes en todas las estaciones que prohibían comer, beber y fumar y que amenazaban con un buen multazo tenían mucho que ver en esto, porque no había ni rastro de envoltorios, papeles, pañuelos o botellas usadas. Por supuesto tampoco se veían billetes usados y pisoteados, el sistema de tokens y las easycard que colgaban de todas las mochilas y bolsos de todas las personas que entrábamos habitualmente en el metro ya hacía tiempo que había dejado fuera de combate a cualquier versión impresa de billete que pudiera ensuciar los andenes.

Desde el primer día que pisé los andenes del metro aprendí sus normas. Aprendí a ver esas líneas blancas en el suelo delante de las mamparas que protegían los andenes que había que seguir para formar filas ordenadas antes de subir al vagón. Aprendí que tenía que ser una más de la cola, así que muy pronto lo guardé como un hábito más y no sólo dejé de verlo raro sino que me parecía muy cívico respetar el orden de llegada.

Como pasaba con muchas otras cosas de la capital, el metro no era una excepción: estaba muy bien organizado, era intuitivo, cómodo, accesible, barato, seguro y súper puntual. Y yo no le pedía más, tenía todo lo que yo y muchas personas como yo necesitábamos de un transporte como ese al que aún le doy las gracias por haberme acercado a tantos sitios que quería conocer y que no estaban precisamente a tiro de piedra.

Tengo que decir que el metro de Taipei sumaba muchos puntos sólo con haber pensado en que sus usuarios podrían necesitar ir al baño cuando están fuera de casa. Saber que había baño público limpio y gratuito en cada estación de metro era un regalo cuando de verdad te hacía falta.

El metro fue el lugar que me hizo acostumbrarme bastante rápido a ver a muchísimas personas llevando mascarillas para no contagiar resfriados. Normalicé ver caras con mascarillas antes de que todo eso se convirtiera en algo totalmente habitual, antes de que hiciera falta intuir sonrisas cubiertas que los ojos ya delataban y antes de que estallara lo que aún no sabíamos que estallaría en unos meses…

*A mi también me encanta la foto de hoy, pero esta no es mía. (Photo by © Lisanto 李奕良)

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