Hablar de Taipei sin nombrar al Taipei 101 es como dejar desnuda a la ciudad así que, os presento al gran brote de bambú más fotografiado desde todos los ángulos y distancias. Este es el símbolo de la capital además de un precioso edificio y una gran obra de ingeniería.
Tengo que decir que a mí me encantaba verlo. A lo lejos, de cerca, desde dentro, desde arriba y hacia abajo, desde sus pies mirando hacia el cielo para ver dónde acababa. De noche, de día. Daba igual, siempre estaba bonito.
Sus detalles cargados de simbolismo, su ascensor súper rápido, su bola de acero antisísmica de más de 600 toneladas, su mirador 360, su estructura, todo era digno de ver. Pero lo que más me gustaba del Táiběi yī líng yī 臺北一零一 era saber que siempre que me acercara a la ventana con mi café de por la mañana él iba a estar ahí para darme los buenos días.
Es la aguja que siempre despuntaba en el horizonte, la antorcha que se encendía cuando las personas se convertían en siluetas oscuras, siempre tan bien puesta, tan elegante, tan icónica y tan fotogénica.
*A mi también me encantan las fotos de hoy, pero estas no son mías.