Sus templos

Sus templos

Es difícil imaginarme un Taipei sin templos porque es difícil concebir cualquier ciudad asiática sin ellos y aunque no haga falta que diga que entre los imperdibles de Taipei están todos sus templos budistas y taoístas, aquí estoy para hablar de ellos.

Desde el más pequeño hasta el más grande, todos sus templos hablan de la historia, la cultura, la religión y la tradición de Taiwán. Desde el primer día que mis pies pisaron suelo taiwanés visité y vi tantos que no soy capaz de nombrar ni de recordarlos todos, pero aún me acuerdo como si fuese ayer de muchos de ellos.

A los templos les pasa lo mismo que a las personas, no encontrarás dos iguales porque cada una transmite algo propio, una energía diferente. Me encanta que pase lo mismo con los templos porque me hace recordar cosas distintas de cada uno, cada uno tiene su propio sello y también deja su propia huella.

El primero que encabezó la larga lista de templos que visité fue el templo de Longshan 龍山寺 Lóngshān sì, uno de los templos más bonitos y céntricos que lleva haciendo compañía a Taipei desde el siglo XVIII. Es un templo que visité mucho y de todas las veces que estuve, no tengo otro recuerdo que no sea siempre muy vivo, abarrotado de gente y humeante, con ese ir y venir constante de manos que sostenían deseos que se consumían poco a poco en los tres palos de incienso recién encendidos que estaban a punto de clavar en la arena de aquél enorme incensario.

Recuerdo visitarlo y encontrarlo lleno de ofrendas y de personas comprando 金紙 jīn zhǐ, el papel que representa dinero simbólico que se compra para ser quemado y que, así, quién sabe si llegará a manos de sus seres queridos que ya no están cerca pero que están en ese más allá que existe para aquellos que quieran y necesiten sentirlo cerca.

Hay otros templos de los que recuerdo mucha calma, como la que sentí cuando entré en el templo de Confucio 孔子廟 Kǒngzǐ miào y paseé por sus jardines. Recuerdo esa calma que lejos de querer llenarla con ruido, me habría gustado que hubiese sido posible guardarla en un bote de cristal y llevármela conmigo.

El templo de Bao-An 保安宮 Bǎo’ān gōng es otro de los templos más importantes de Taipei que me gustó particularmente. No sabría decir qué exactamente o si es todo su conjunto, pero Bao-An tiene ese algo que lo hace especial y que por suerte no puede compararse con la multitud exagerada que no se despegaba del templo de Longshan.

Y con ese inconfundible olor a incienso, estén vacíos o llenos, yo siempre tengo la sensación de que si sus muros pudieran ser altavoz de todos los pensamientos oprimidos de quien ha ido a dejarlos allí quizás ya se habrían derrumbado con el peso de tantos deseos, preocupaciones, arrepentimientos y sueños que sólo se cuentan a las paredes que no juzgan y no señalan.

Yo no dejé de visitar templos en todos estos meses porque tienen esa arquitectura y esos esculpidos que me ataban con soga invisible, no podía dejar de mirarlos imaginando cuántas horas de trabajo ha habido detrás para conseguir esas piezas tan, tan escrupulosamente bien hechas por las que pasan los años sin que apenas se den cuenta.

La primera vez que eché la vista arriba y me crucé con los dragones que vigilan muchos de sus tejados no hubo vuelta atrás, me enamoré de toda la artesanía que hay detrás de cada detalle de los templos taiwaneses.

*A mi también me encantan las fotos de hoy, pero estas no son mías. (Photos by © Lisanto 李奕良, © Andrew Haimerl, © Andrea de Santis)

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