Museo Nacional del Palacio

Museo Nacional del Palacio

Levantando persianas de la sección Imperdibles de Taipei en 3, 2, 1…

¿Cómo es posible que no haya presentado aún uno de los museos de la larga lista de los museos más valorados del mundo y por supuesto, uno de los más básicos imperdibles de la capital?

Bueno, pues no tengo respuesta para eso, pero como nunca es tarde si la dicha es buena…

Sin más dilación, ¡vámonos de museos!

El Museo Nacional del Palacio es una visita obligada, te guste más o menos ir de museos, hay que ir. A mí me gusta, lo reconozco, pero es que con este es muy difícil que te arrepientas de ir, aunque no sea una de tus actividades preferidas.

Evidentemente, el museo tiene tantísimas piezas increíbles de diferentes épocas de los miles de años de historia de China que podrías estar allí más de un día entero viéndolas. Puedes detenerte a ver todo lo que quieras: esculturas, pinturas, caligrafías, objetos diversos de uso cotidiano increíblemente bien conservados a pesar de su antigüedad, joyas preciosas que no puedes dejar de mirar, vestimentas, tejidos,… En fin, no acabo con la lista, lo dejo en un «y un largo etcétera».

No voy a hacerte pasear mentalmente conmigo por todas las salas en este post, sólo te voy a decir que si alguna vez vas a Taipei, que no se te olvide pasar por aquí.

Y además te dejo una recomendación que agradecerás: si vas en verano, piensa en vestirte de otoño porque el frío polar de aire acondicionado que hacía ahí dentro aún lo recuerdo.

Si no quieres sufrir y tener que irte antes por lo mal que te está sentando la temperatura de las salas, hazme caso, ese día ve de largo. Y aunque luego te abofetee el calor húmedo nada más salir, o aunque luego decidas volver a cambiarte para ir de corto, ni se te ocurra ir vestido así dentro, créeme, ese frío sentaba muy mal. Todo lo mal que puedas imaginar para estar dedicándole un párrafo entero.

Lo que sí voy a hacerte ver son dos de las piezas más apreciadas y más famosas de aquellos cinco pisos repletos de arte: Jadeite cabbage y meat-shape stone.

Las dos veces que fui, tuve la suerte de poder verlas en vivo porque no se las habían prestado a ninguna exposición temporal. Y ahí estaban, ya en el último piso, como la guinda del pastel que no quiere pasar desapercibida.

«Vale, ahí estáis, por fin.» Y cuando me tocó el turno de poder estar delante de sus respectivos expositores que no compartían con ninguna otra pieza, rodeados de multitud de personas deseosas de verlas en todo detalle, me sentí muy afortunada de poder tenerlas delante de mis ojos.

De verdad, no sé qué otro adjetivo usar para estas dos piezas espectaculares que no sólo lo eran por lo bien esculpidas que estaban, sino también por la idea de convertir un mineral cuya forma no te evoca especialmente nada, en aquello. La idea de darle una identidad nueva a un bloque en bruto a golpe de esquirlazos y pulidos hasta convertirlos en obras que hacen viajar a personas del mundo entero para verlas, es de aplauso, de aplauso largo y fuerte.

El pak choi de jade con su langosta y su saltamontes era precioso. Era pequeño, eso sí, mucho más de lo que me imaginaba, pero muy, muy bonito. Su pie de madera en el que reposaba, hecho a medida para él, digno de mención también. Era la envidia de los pak choi, un Dorian Grey que nunca se pone mustio ni envejece.

Y aquella pieza de carne que no lo era me dejó fascinada, no puedo explicar lo realista que era y lo genial que me pareció la idea de la mente que la tuvo. Prometo que parecía recién salida de una olla después de una cocción lenta. Nunca pensé que fuese a ver una reproducción de un trozo de carne tan increíblemente fiel, era una maravilla de ver. Aún me acuerdo perfectamente de las ganas que daban de hundir un tenedor para atravesar la capa gelatinosa de la piel marrón tostado macerada en salsa de soja que creías estar viendo.

Después de comernos la guinda del pastel, ya hemos acabado, bien llenos de museo. Una visita rápida al baño y salimos, os espero fuera.

Ya fuera del Palacio, no creáis que hemos terminado la visita.

El entorno todavía hace que no quieras irte aún porque todo el exterior del Palacio quiere darte más, quiere relajarte y despejarte con el paseo de después de horas viendo a través de los cristales miles de piezas…

No me quedo corta si digo que este museo es un must de Taipei para agendar. ¡Sin duda!

*A mi también me encanta la foto de hoy, pero esta no es mía. (Cover photo by © Markus Winkler)

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