¿Me inspiro, luego escribo?

¿Me inspiro, luego escribo?

Vuelve una de mis secciones favoritas para darle cabida a lo que hay detrás de lo que lees aquí.

Como ya he hablado de por qué escribo y he abierto el rincón para empezar a contar cómo me siento cuando escribo, hoy quiero seguir hablando de cosas bonitas de la escritura. Hoy vengo a contar qué y cómo me inspiro para escribir. ¿Cómo es realmente el proceso de ponerte a escribir? ¿Dónde empieza, cómo empieza?

Buenas preguntas. Cuando lo pienso, me pregunto si es que ¿me inspira algo y por eso escribo? ¿O si escribo y eso es lo que me inspira?

No sé cómo será para otras personas, pero para mí pasa de las dos formas. Me inspira algo y entonces me hace escribir partiendo de una idea. O, no encuentro inspiración pero me siento a escribir y me inspira la propia escritura que empezó sin sentirme inspirada.

Después de muchos años escribiendo, me he dado cuenta de que hay muchísimas cosas que me pueden inspirar, pueden ser tantas que es muy difícil citarlas todas y creo que tampoco quiero hacerlo. Sólo sé que esto es como una esponja, capto cosas aquí y allá, de lo que veo, de lo que escucho, de lo que leo, de las interacciones y de las reacciones y hasta de lo que hago yo misma. Y esto pasa así sin más, sin querer me inspiro con todo eso, con todo lo que me rodea, incluida yo misma.

¿Si digo que, es la propia vida la que me inspira, suena muy cursi? Bueno, suena algo cursi, sí, pero al cuerno, porque creo que es algo así.

Todo puede ser inspiración a la hora de escribir: lo caliente que está la taza de té cuando acabas de verter el agua recién hervida, cómo te sentiste en la conversación que tuviste el otro día, la forma de esas nubes que se van desmenuzando, ese gesto que te pareció bonito, lo feliz que está esa niña con su helado de dos bolas, lo que te duele esto o lo otro, lo que ladra ese perro, lo mucho que te gusta el olor del café recién hecho por las mañanas, lo verde que estaba la hierba el otro día, la rabia, el enfado, la alegría, todo lo que te hace reír,…

Todo, absolutamente todo puede servir para inspirarte, para describir, para transmitir, para sentir lo que escribes y lo que lees.

Yo he notado que mucha de mi inspiración aparece cuando paro, cuando bajo el ritmo me golpean con un toc toc las grandes ideas. «Qué bonito sería contar esto así, qué gráfico, qué potente. Me gusta esta idea, me la guardo en borrador.»

Pues así es, a veces cuando me voy a dormir me vienen a la cabeza formas de decir las cosas, metáforas bonitas para hablar de algo o expresarlo de forma muy sensorial. «Ay, que no se me vaya esto… Pepito, encárgate de acordarte. Mañana lo apunto.»

A veces simplemente me vienen sin más, estoy escribiendo y ¡plaf! mi cabeza ha decidido dictarle algo a mis dedos sin que yo me dé cuenta, y me paro y lo releo y digo: «ah, pues mira, sí, me gusta», y a veces me río porque es como si tuviéramos un diálogo interno del que nos nutrimos las dos. Me gusta decir que es como un auto-brainstorming en el que propongo, cambio, descarto, reformulo, reorganizo y elijo qué quiero escribir.

Una vez oí a una escritora decir que a escribir se aprende escribiendo. La verdad es que no puedo estar más de acuerdo. Escribiendo mucho encuentras cómo transformar la inspiración en texto, en tu propio estilo, en tu propio sello. Para mí es como un círculo vicioso en el que cuanto más escribo, más ganas tengo de escribir, más me inspiro, más rueda la rueda.

Escribir inspira a escribir más y cuánto más entras en este bucle tan reconfortante que te hace sentir la escritura, más te inspira a no dejar de escribir…

*A mi también me encanta la foto de hoy, pero esta no es mía. (Photo by © Thom Holmes)

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