Los caracteres tradicionales

Los caracteres tradicionales

Ya he contado el por qué de irme a Taiwán pero como no quiero pasar de puntillas por lo que para mí supuso estudiar chino tradicional, he decidido hacer un post especial para homenajear a estos caracteres.

Antes de todo esto que estoy contando aquí en el blog, yo ya llevaba dos años estudiando chino simplificado, pero hubo un día en el que, un reto que quería coquetear conmigo, empezó a rondar por mi cabeza. Y yo, que no podía quedarme con esa horrible sensación del ¿y si hubiera…? me lancé a darle la vuelta a todo para descubrir los caracteres tradicionales en Taiwán.

Y me acuerdo que nada más llegar pensé: «muy bien, pues ya me explicarás quién te manda meterte en este fregao…»

Es verdad, ¿quién me mandó? ¿Quién y por qué? Pues la respuesta es la de siempre: que fui yo. Fui yo misma la que me coloqué allí como una ficha en mitad del tablero, en esa situación que me tensaba y que a la vez me emocionaba. Fui yo la que decidió ponerse ahí en medio, entre los toros. Fui yo la que cogí mi ansiedad y me dije muy alto que me daba igual, fui yo la que dije: venid, tengo mi capote listo para torear.

«Pepito, prepárate. Viene racha de viento fuerte, sujétate y no sueltes el timón, mi pequeño capitán. Ayúdame a buscar la relación entre los caracteres que ya conocemos y su versión original y almacénalos para aprender a reconocerlos más rápido. Sin tu persistencia no voy a poder sola, así que vigila la toalla, que no se caiga, y ni mucho menos la tires tú.»

No voy a decir lo contrario, los caracteres tradicionales son difíciles, son duros y cuestan, pero lo que no son, es imposibles.

De ellos no sólo me llevo su preciosa forma, me llevo que me enseñaron a seguir desarrollando y mejorando muchas cosas que nada tenían que ver con el aprendizaje en sí de sus trazos. Me enseñaron a cultivar la paciencia, la persistencia, el esfuerzo, la memoria y la mejor enseñanza a la que hay que abrazarse: que los grandes resultados son la suma de los pequeños pasos diarios.

Me enseñaron que la motivación era importante pero que la fuerza de voluntad lo era aún más. Ellos mismos me avisaron de que íbamos a tener una profunda relación de amor-odio, en la que, por mucho que me encantaran, habría días en los que querría tirar todas mis hojas llenas de prácticas de trazos por la ventana, pero que era mejor no hacerlo. Era mejor parar, descansar, y recomenzar.

A la vez que me hicieron sufrir también me hicieron entender mejor por qué los caracteres eran como eran, me hicieron ver que todos los trazos tenían lógica y que no estaban ahí por pura casualidad. Poco a poco consiguieron que me enamorara de ellos porque, es verdad, son mucho más bonitos y tienen mucho más sentido que algunos que están tan simplificados que pierden toda su esencia.

Los caracteres tradicionales me hicieron sentirme orgullosa de la mitad de las raíces que llevo en mi primer apellido, me hicieron cultivarlas, apreciarlas y valorarlas más aún de lo que ya lo hacía.

Me hicieron aprender más sobre lo que significaba ser resiliente, ser ese junco que da bandazos pero que nunca se desenraíza, me hicieron no perder nunca las ganas por querer hacerlo mejor cada día sin hostigarme ni cansarme.

Gracias queridos caracteres tradicionales, para mí fuisteis puro aprendizaje, puro oro intangible que no se toca, pero se nota.

*A mi también me encanta la foto de hoy, pero esta no es mía. (Photo by © zoo_monkey)

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