Enamorada del riverbank

Enamorada del riverbank

Hoy toca seguir presentando un poco más mi barrio post-mudanza.

Sin duda, mi barrio era un barrio convenient: tenía un 7-eleven en la esquina y un Ok Mart justo enfrente cruzando la calle, y también tenía un PX Mart a tiro de piedra, el supermercado de al lado de casa al que todo hijo de vecino le viene bien recurrir.

Tenía el pequeño mercado del que hablé el otro día, y pasado este, también tenía al lado de mi portal la oficina de los jǐngchá 警察, es decir, a la Policía. Aunque sinceramente, con la seguridad que reina en todo Taiwán, estaba absolutamente tranquila tanto sin ella como con ella cerca.

Tenía mercado, supermercado y tiendas 24h, y además, mi casa estaba muy cerca de mis clases. Sólo necesitaba unos quince minutos largos todas las mañanas para cruzar tranquilamente el puente y subir una buena cuesta entre árboles y todo tipo de pajaritos dándome los buenos días.

No había duda, me había cambiado a un barrio muy práctico, pero lo mejor es que no se quedaba sólo en eso. Para mí tenía algo que iba mucho más allá: su entorno.

Era un barrio al pie de la montaña, pegado al río y rodeado de naturaleza. Es un barrio que se ganó un sitio en mi corazoncito y que me cuesta mucho olvidar.

Tras cerrar la puerta metálica de mi portal, el riverbank que veis en la foto se dejaba querer. Se dejaba querer tanto que no puedo negar lo inmensamente satisfecha que me sentía después de haber sufrido tanto la búsqueda de mi nuevo hogar. Cada vez que lo pisaba y me dejaba desconectar la cabeza paseando por toda aquella zona que bordeaba el río, me sentía indescriptiblemente orgullosa de haberme mudado y muy afortunada de tener esta pequeña joya nada más salir de casa.

Vivir donde vivía me hacía realmente feliz. Me hacía feliz cerrar tras de mí mi nueva puerta metálica y saber que tenía esto a un minuto, toda una zona verde que recorría el largo del río hasta llegar al centro de Taipei por un lado, o hasta el Zoo y la zona de Maokong por el otro, una zona de la que ya hablaré más adelante.

El riverbank podías caminarlo, recorrerlo en bici, patinarlo o correrlo. Podías hacer con él lo que más te apeteciera, él siempre te daba todas las opciones para que lo disfrutaras de la forma que más te pedía el cuerpo y la cabeza ese día.

Si hoy me preguntara qué es lo que más echo de menos de mi casa de Taipei lo tendría claro. La respuesta no es la luz natural porque, por desgracia, a través de la ventana de mi habitación no entraba demasiada…

La respuesta es, haber tenido esto tan cerca. Salir y ver esto, salir y ver la montaña delante de mí. Salir, subir por las escaleras de piedra hasta el puente y, sin cruzarlo, girar a la izquierda para llegar a la pasarela de los pabellones de madera que tengo grabados en la retina cada vez que cierro los ojos y me traslado mentalmente para sentarme en esos bancos que tenía la suerte de tener tan cerca. No puedo describir lo increíblemente bien que me sentaba disfrutar de la amplitud y de la tranquilidad de las vistas desde esos bancos de madera.

Nunca antes he tenido tan claro que la naturaleza era tan importante para mí hasta que he vivido tan cerca de ella y de pronto he dejado de tenerla tan a mano. Siempre he sabido que me encantaba y que la necesitaba, pero nunca antes he tenido tan claro que era tan vital en mi vida hasta que me di cuenta de la energía que me daba y de lo mucho que me ayudaba a todo: a despejarme y a recargarme, a partes iguales.

Creo que no hay día que cuando lo recuerde no eche de menos lo que me hacía sentir el riverbank y su magnetismo. Si fuese una persona, el riverbank sería de esas con las que siempre te apetece estar, de esas que no sabes qué tienen, pero que te relajan y te transmiten energía, siempre positiva.

Echo de menos la sensación que me dejaba, esa sensación que te provoca algo cuando nada más verlo te infla y te hace sentir tan liviana como el helio de un globo recién hinchado.

El riverbank fue para mí un gran sitio, un sitio que me guardo con muchísimo cariño, un sitio muy especial para mí. Lo he doblado como si fuera la esquina de una hoja de un libro en la que he leído algo que me aporta tanto que no puedo olvidarme de en qué número de página está para poder volver siempre que quiera.

El riverbank fue eso, fue un sitio que necesito no olvidar porque, necesitase lo que necesitase, él siempre supo dármelo o, yo siempre supe encontrarlo allí.

*A mi también me encanta la foto de hoy, pero esta no es mía. (Photo by © Lisanto 李奕良)

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