El salto al chino tradicional

El salto al chino tradicional

Vamos allá con la primera semana. Llegó el lunes, el susodicho lunes de hace tres posts. Me acuerdo perfectamente de ese día a las seis de la mañana, de meterme en la ducha en la plena oscuridad del día que aún no había amanecido. Vamos Pepito, vamos a por el lunes.

Recuerdo esta semana como un agujero negro que se tragó la mayoría de caracteres simplificados que conocía. Adiós a todo a lo que me había acostumbrado. Allí estaba frente a mí la tradición con sus caracteres en versión original, lista para desafiarme, lista para darle más riqueza y sentido a la versión simplificada que yo conocía. Había una cosa de la que yo estaba segura y era que esa tradición y yo nos íbamos a llevar bien, costase lo que costase.

Me acuerdo como si fuese ayer de los tres primeros días. Recuerdo la frustración de no conseguir leer de un tirón, la frustración de no reconocer caracteres complejos, la frustración de no poder terminar una frase entera sin que me tropezase la lengua. Era como volver a aprender a caminar, desandar lo andado para casi empezar otra vez. ¿Y mereció la pena? La verdad es que a día de hoy no me arrepiento en absoluto, para mí fue un descubrimiento muy bonito y una apuesta personal de la que sigo muy orgullosa.

De aquél momento me acuerdo mucho de mí intentando estar tranquila y a la vez notar cómo iba apoderándose de mí la presión autoimpuesta de querer comprender rápidamente todo lo que no podía entender aún. Pepito decidió entonces rebotar en mis sienes con otra de sus frases: «Los errores son tus ladrillos, cógelos y construye.»

La inmersión total y estos caracteres fueron los causantes de unas semanas de adaptación muy intensas, de un exceso de bibliotecas, de dormir poco y mal. El ritmo asiático de estudio en el que no había espacio para mucho más que eso quería echar un pulso con mi resistencia, a ver quién ganaba.

Sinceramente tengo que decir que a esta semana le debo mucho porque me enseñó grandes cosas de mí. Me descubrió a una persona positiva, mucho más de lo que yo misma creía que era. Alumbró zonas de mí que quizás no conocía tanto y que yo misma puse a prueba a diario. Descubrí fuerza, mucha más de la que pensaba que había. Descubrí muchos aspectos de mí a ese lado del mundo.

Fueron tardes alrededor de muchas, muchísimas tazas de té estudiando hasta que mi cabeza decía basta. Sarna con gusto no debería picar, dicen. Así que decidí que la frustración no iba a ser ningún lastre sino un motor. Decidí que los errores sumarían, que serían mis peldaños. Decidí apropiarme de la frase de Pepito: mis errores, mis ladrillos.

*Foto propia. (Photo by © Halfasianpía)

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