¡Ay, cómo me gustas, hotpot!

¡Ay, cómo me gustas, hotpot!

Después de que el domingo me haya reclamado su sección de comida, hoy quiero volver para cerrar la semana con un domingo que pegue fuerte. Un domingo en el que hablar de un…

Un cómo lo diría, un must de la gastronomía china: la llamada fondue china, el único e irremplazable 火鍋 huǒguō.

El huǒguō me gusta tanto que no sé ni cómo empezar a escribir este post… Supongo que lo primero que puedo decir es que el hotpot me encanta por lo que es, una idea sencilla que da en el clavo sin darle demasiados rodeos: una buena olla, un buen caldo y… ¡A cocer cosas ricas se ha dicho!

Y la pregunta es.. ¿Por qué me gusta tanto?

Me gusta porque esta forma de comer no falla, siempre crea una buena atmósfera que no se queda sólo en una olla en la que hervir ingredientes. Sentarte a comer hotpot une, y une porque cocinamos todos a la vez fuera de la cocina. Es divertido, es entretenido y si tengo que quedarme con una definición rápida, para mí el hotpot es felicidad.

«Felicidad porque te encanta comer…» «Calla Pepito, que no te he pedido que salgas en este post. Y sí, eso es verdad, pero estaba hablando del ambiente que crea, listillo…»

Me gusta porque para mí, los días de hotpot no sólo son compartir mesa y olla, son compartir disfrutar de la comida y compartir momentos alrededor de la olla. Si hago memoria, me acuerdo de con quién he compartido cada uno de los hotpot que ha habido en mi vida, y tener recuerdos de conversaciones y momentos embotellados en forma de hotpot me encanta.

Me gusta porque no necesitas una razón para sentarte delante de esa olla. En Taiwán les encanta no atarse a un para qué, así que se come durante todo el año tanto si tienes una buena excusa para celebrar como si no. Y me parece bien, me parece que tienen razón, cualquier día es un buen día para un hotpot si te apetece.

Igual que habría que dejar de reservar sólo para las visitas los platos más bonitos que tengas, el huǒguō tampoco tiene que esperar sólo a una gran celebración. En Taiwán me enseñaron a no esperar a una fecha especial, cualquier día merece que te puedas sentar a compartir un hotpot, cualquier día merece que puedas disfrutar comiendo en el plato más bonito de tu casa sin tener que esperar meses para usarlo.

Dejar de posponer los pequeños placeres para un gran día que esté por venir es uno de mis mejores aprendizajes. He aprendido que hace la vida menos rutinaria, más emocionante y que simplemente, te hace tener muchas más ganas de vivirla.

En Taipei la primera vez que me fui de hotpot fue en Ximen. Hacía tanto que no disfrutaba de uno que cuando me senté allí y empezamos a comer, me volví a enamorar de esta tradición milenaria y que con razón ha permanecido viva desde sus orígenes

Y así recuerdo aquella cena: con todos los ingredientes listos para un buen chapuzón en caldo hirviendo y la olla dividida en su lado picante y su contrario, todo estaba a punto para… ¡hervir, comer y disfrutar!

Eso sí, cuando ya mi estómago y yo habíamos decidido parar y estaba a punto de dejar mi cucharón sobre la mesa, ocurrió el gran ineludible del huǒguō: me di cuenta de que ese calamarcito que creí que no había echado en el caldo se había hundido en el fondo de la olla esperando a que mi cuchara fuera a rescatarlo…

Así que terminé la cena con la nota mental del día: ¡Nunca des por perdido un ingrediente en un hotpot!

*A mi también me encanta la foto de hoy, pero esta no es mía.

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